Por suerte o por desgracia, mis padres estaban tantas horas trabajando que cuando llegaban a casa lo que menos les apetecía era aguantar nuestras nimiedades de críos. Por lo tanto, pasábamos muchas horas en la calle corriendo entre coches y saltando tapias.
Por suerte o por desgracia, mi padre no nos pudo dar una seguridad económica para poder dedicarnos a la vida bohemia durante nuestra adolescencia. Por lo tanto, no pudimos vivir de poetas incomprendidos, ni de hippies anti-sistema, ni de revolucionarios, ni estudiar una carrera que nos aburguesase.
Por suerte o por desgracia, he seguido siendo obrero y no precisamente por tradición familiar. Por lo tanto, no voy a permitir que ningún hijo de burgués de clase media me diga cómo tengo que gestionar mi rabia o mi ira contra el sistema, no voy a permitir que ningún hijo de obrero aburguesado me diga con quién tengo que estar o con quién no.

Richard Maqueijan a 17 de julio de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario