
Buenos, días, don Julio.
Buenos
días, joven, dígame. Bueno,
que sepa que yo apenas le leí. La verdad es que soy de leer poco.
Será por que soy español y somos más de escribir.
Sí,
es cierto. Y han
tenido ustedes escritores
buenísimos. Pues
eso,
le
leí
poco
y
le
escuché
algo.
Creo
que
es
un
buen
invento
ese
suyo
de
grabarse
en
cintas
magnetofónicas.
Sí, ya recuerdo. ¿Le
han
dicho
alguna
vez
que
tiene
una
maravillosa
pronunciación
de
la
letra
“erre”?
Gracias, agradecido, pero
dígame, y no se
ande por las ramas.
Sí,
sí,
perdón.
Como
le
decía
leo
poco.
Leí
sus
“cronopios”
y
no
todos.
Pero
vi
un
programa
que
pusieron
sobre
usted
en
la
televisión
y
me
emocioné
sobremanera.
Y,
además,
me
pareció
encontrar
cierto
parecido
entre
su
forma
de
escribir
y
la
mía.
Ni
que
decir
tiene
que
no
tengo
su
grandísima
calidad
ni
su
sapiencia
y,
como
le
dicho
antes,
yo
no
soy
un
gran
lector,
con
lo
que
mi
escritura
es
autodidacta
y,
por
ello,
con
muchos
fallos
gramaticales
y
de
estructura.
No se preocupe.
Trabajando puede seguir
mejorando. Aún es joven,
aunque tenga claro que
no conseguirá un premio
Nobel, ni un Cervantes.
Claro,
eso
está
asumido.
Ni
tan
siquiera
soy
capaz
de
ganar
un
premio
literario
en
mi
pequeña,
coqueta
y
pueblerina
ciudad.
Bueno, quién sabe...
Muchas
gracias
por
escucharme,
don
Julio.
De nada, joven. Y
no olvide darle cuerda
al reloj...
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