viernes, 24 de agosto de 2007

70 años del Pacto de Santoña.

De Kaos en la Red.

70 años del Pacto de Santoña. El acuerdo que marcó el rumbo de la guerra civil.
De la misma forma que llaman la atención sobre el hecho de que no se suscribió en Santoña, sino en la cercana Guriezo, varias voces defienden que tampoco fue un pacto, sino un acto de «traición» del Partido Nacionalista Vasco a la II República.
Mikel Jauregi en Gara (Kaos. Memoria histórica)

EL acuerdo que marcó el rumbo de la guerra

El 24 de agosto de 1937, en la localidad cántabra de Guriezo, dos capitanes de Euzko Gudarostea y varios mandos italianos y españoles de los Flechas Negras suscriben el único documento firmado que se conserva del controvertido Pacto de Santoña, que supuso, en la práctica, el final de la resistencia republicana en el Frente del Norte ante los fascistas.

Mikel JAUREGI

De la misma forma que llaman la atención sobre el hecho de que no se suscribió en Santoña, sino en la cercana Guriezo, varias voces defienden que tampoco fue un pacto, sino un acto de «traición» del Partido Nacionalista Vasco a la II República. 70 años se cumplen de aquel episodio de la Guerra del 36, que finalmente no resultó tal como habían previsto los burukides jeltzales: ni llegaron los barcos necesarios para la evacuación a Lapurdi de la población civil y militar vasca exiliada en Cantabria, ni los italianos cumplieron con su parte porque Francisco Franco lo impidió.

La génesis del llamado Pacto de Santoña se remonta a la primavera de 1937, poco menos de un año después del alzamiento y con Nafarroa, Araba y Gipuzkoa en manos ya de los fascistas. Para entonces, los 28 batallones de Euzko Gudarostea combatían por la legalidad republicana. Lo hacían desde principios de octubre, cuando ya se hubo constituido el primer Gobierno Vasco, con José Antonio Agirre como lehendakari, y después de la aprobación por parte del Parlamento español del Estatuto de Autonomía Vasco.

Una vez caída Gipuzkoa (en Nafarroa y Araba el golpe de estado triunfó entre aquellos 18 y 19 de julio del 36), la batalla se libraba en Bizkaia. Tras el bombardeo de Gernika por parte de la Legión Cóndor, el 26 de abril, se intensifican las iniciativas de los franquistas -personificadas en el general Emilio Mola- para intentar llegar a un acuerdo con los nacionalistas vascos para lograr su rendición y concluir así rápidamente la guerra en el Norte. Esas propuestas reciben la callada por respuesta por boca del PNV y del Gobierno de Agirre, que, por su parte, insisten en reclamar al Gabinete republicano de Largo Caballero el envío de aviones para poder hacer frente a la ofensiva aérea fascista. Esas aeronaves, al menos en el número que consideraban necesario, nunca llegarían.

La destrucción de la villa foral, con su consiguiente golpe moral, provoca la entrada en escena de Italia y el Vaticano, este último en un papel de intermediario importante dado el carácter católico y conservador del PNV. Sólo cuatro días más tarde de que Mola y el propio Franco redactaran una oferta de rendición de ocho puntos que no llegó a su destinatario, el lehendakari -fue enviada desde Roma por el cardenal Pacelli, futuro papa Pío XII-, el 11 de mayo se da inicio a las negociaciones entre el Gobierno italiano y los jeltzales en Donibane Lohizune. En aquella primera reunión participan el cónsul italiano en Donostia, Francesco Cavalletti, y el sacerdote abertzale Alberto Onaindia, que actuó de mediador en todo el proceso.

Ajuriagerra toma el relevo a Agirre

Por aquellas fechas se produce otro significativo hecho. José Antonio Agirre, quien en sus manifestaciones daba la impresión de que no ser partidario de la rendición a los italianos, sino que apostaba por aprovechar esos contactos para trasladar por mar a los gudaris a Lapurdi con el objetivo de que llegasen hasta Catalunya cruzando la frontera y pudiesen seguir combatiendo hasta reconquistar los territorios vascos, es apartado de las conversaciones con los enviados de Benito Mussolini. Su lugar es ocupado por el presidente del Bizkai Buru Batzar, Juan Ajuriagerra, verdadero hombre fuerte del partido pese a que la presidencia del EBB la ostenta el veterano Doroteo Ziaurriz.

El relevo se lleva a cabo en vísperas de la caída de Bilbo, escenario de la primera consecuencia de las conversaciones PNV-Italia. Tres días antes de la entrada de los «nacionales» en la capital vizcaina, con la imagen de Gernika y Durango destruidas aún en la retina de los vascos, Ajuriagerra remite, a través de Onaindia, un mensaje a los hombres del duce en el que les pide que sean salvaguarda de las vidas de la población civil y promete que «nosotros estaremos hasta el último momento para evitar desórdenes».

El 17 de junio, Agirre y su Gobierno abandonan la ciudad ya cercada, al igual que gran parte de la población civil. La Junta de Defensa, siguiendo el sentido del mensaje enviado a los italianos, se encarga de liberar a los presos derechistas -con el argumento de evitar que sean objeto de linchamiento y muerte a causa del malestar generado por los bombardeos indiscriminados- y de proteger infraestructuras y fábricas de voladuras y destrucciones por parte de los batallones de izquierdas y anarquistas. De ese modo, el PNV y el Gobierno Vasco desobedecen la orden directa del ministro de Defensa, el socialista bilbaíno Indalecio Prieto.

Los franquistas entran en la ciudad el día 19, después de superar sin apenas problemas el «Cinturón de Hierro» construido por el Ejecutivo de Agirre. Y lo hacen sin disparar, tras negociar la rendición de los batallones de Euzko Gudarostea que custodian la capital: entre ellos, Itxasalde, Otxandiano, Kirikiño, Malato...

Perdido Bilbo y prácticamente todo el territorio vasco -sólo resiste una pequeña zona de la Bizkaia occidental-, el desánimo cunde en el PNV, hasta el punto de considerar que la guerra está acabada para ellos. Ese sentimiento, que queda reflejado en el famoso manifiesto que Agirre redacta en Turtzioz y en el que promete «volver», sumado a la sensación de abandono que crece en los jelkides como consecuencia de la falta de armamento, precipita los acontecimientos.

Con miles y miles de civiles vascos y lo que queda de Euzko Gudarostea camino de Santander (provincia a la que en aquellas fechas arriban cerca de 200.000 refugiados, de los que el 85% eran vascos. ¿Consecuencias? Hambre, falta de techo y episodios de «caza al vasco» por parte de sectores republicanos que consideraban que los gudaris se la jugaron y les traicionaron en Gipuzkoa y Bizkaia), se lleva a cabo el primer encuentro cara a cara, sin intermediarios, entre Ajuriagerra y una delegación de militares italianos encabezada por el coronel De Carlo.

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