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Llenó un vaso de agua y lo llevó a la mesilla. Lentamente, aún seguía apesadumbrado por lo sucedido esta semana, se fue poniendo el pijama. Dobló la ropa con mimo y la dejó encima de la butaca que tenía en la esquina de su habitación.
Abrió la cama perfectamente hecha, casi al milímetro. Cuando estaba en plena caída siempre recurría al orden de una manera compulsiva. Se acostó, apagó el móvil y abrió el cajón de la mesita de noche. Sacó su tableta de cabezas y buscó la que le correspondía para la noche de hoy.
El médico le había recomendado esas cabezas y, aunque él era contrario a ese tipo de tratamientos, aceptó porque sabía que no se encontraba bien.
Hoy le tocaba la cabeza de "dormir y tener pesadillas". Se resignó. ¿Qué otra cosa podía hacer?
La sacó de su envase, desenroscó la suya y la depositó en el recipiente comprado al efecto con mucha calma, enroscó la otra, cerró los ojos y durmió.
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http://youtu.be/3FpCmh_bDBU
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