Por suerte o por desgracia, mi padre y mis abuelos fueron obreros. Por lo tanto, yo nací en una casa obrera en un deprimido barrio obrero de una pequeña ciudad de provincias.
Por suerte o por desgracia, mis padres estaban tantas horas trabajando
que cuando llegaban a casa lo que menos les apetecía era aguantar
nuestras nimiedades de críos. Por lo tanto, pasábamos muchas horas en la
calle corriendo entre coches y saltando tapias.
Por suerte o por desgracia, mi padre no nos pudo dar una seguridad económica para poder dedicarnos a la vida bohemia durante nuestra adolescencia. Por lo tanto, no pudimos vivir de poetas incomprendidos, ni de hippies anti-sistema, ni de revolucionarios, ni estudiar una carrera que nos aburguesase.
Por suerte o por desgracia, he seguido siendo obrero y no precisamente por tradición familiar. Por lo tanto, no voy a permitir que ningún hijo de burgués de clase media me diga cómo tengo que gestionar mi rabia o mi ira contra el sistema, no voy a permitir que ningún hijo de obrero aburguesado me diga con quién tengo que estar o con quién no.
Por suerte o por desgracia, tengo 40 años, de los cuales, 25 los he pasado siendo la mano de obra de otros, la fuerza de trabajo de los beneficios de un capitalista. Por lo tanto, tengo todo el derecho del mundo ha pedir, exigir, hacer y llevar la revolución armada a la calle.
Richard Maqueijan a 17 de julio de 2012.
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