El castaño se durmió.
Sus hojas cayeron y, a través de sus ramas desnudas, se pueden ver las nubes que, otrora, imaginabas tras la espesa copa verde, mientras pensabas en tu vida o soñabas un abrazo.
Ahora estás lejos. Y él sigue dormitando. Quizá, si vuelves en primavera, podrás tumbarte a su lado y que el calor de tus sueños y esperanzas le ayude a florecer.
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