... acerqué las manos a mi pecho. Con esfuerzo separé mis costillas. Un tirón rápido, y arranqué mi corazón para mostrárselo al público que abarrotaba la sala.
Ellos rieron a carcajada limpia. Ellas lanzaban exclamaciones de asombro y aplaudían fervorosamente.
Mientras tanto yo moría desangrado encima del escenario.
Fue una actuación memorable
"...And my soul from out that shadow that lies floating on the floor Shall be lifted—nevermore!"
miércoles, 20 de julio de 2016
Actuando.
martes, 19 de julio de 2016
Semillas.
Dicen que, en la vida, hay que tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol.
Fruto del deseo y la pasión nació mi hijo, faro y guía de mis pasos y garante de que no abandone la "maravillosa" compañía de la Humanidad antes de tiempo.
Libros tengo muchos empezados. Hay algún otro en el cual aparece algún escrito realizado por mí. Pero no creo que tenga nada de esto importancia futura (por suerte para vosotros)
Y estos días, no se cuál es la razón, me estoy acordando mucho del árbol que planté. Unos de los gestos más tristes que puede tener una persona en su vida. Y aunque sé que alegramos la existencia y dimos libertad (y unas grandísimas vistas) a un ser vivo condenado en un vivero, la causa de ello no deja de corroerme el alma.
Sí, ese alma que no siente debido al exceso de racionalizar por parte de mi cerebro. Ese alma que se muestra incapaz de sentir amor u odio hacia particulares. En definitiva, ese alma que un día se encerró en si misma, bloqueó mis lacrimales y cubrió de hormigón mi pecho y corazón.
Haloperidol blues
Vació mi bolso encima de la mesa. 2 cajetillas empezadas de tabaco, una más vacía, 5 mecheros de diferentes formas y colores, varios recibos de bancos doblados y desgastados, un cable USB, una agenda, una caja de haloperidol -comprada sin receta-, una bolsa vacía y un libro.
Anotó, con minuciosidad de funcionario, todas y cada una de las cosas en un papel que me dio a firmar mientras procedía a introducirlas en una pequeña bolsa de basura. Analogía de mi vida.
sábado, 16 de julio de 2016
La cueva.
Sin darme cuenta te fui llevando hacia la cueva donde habitan mis miedos y, cuando llegamos a la entrada, te dejé entrar mientras yo me quedaba fuera.
Conociste los monstruos que habitan en mi oscuridad e intentaste vencerlos -casi lo consigues- pero cuando ya empezabas a entenderlos, te saqué de golpe y te mandé fuera del bosque donde está escondida la cueva.
Yo estaba tranquilo pues pensaba que había sido valiente al rescatarte. No me di cuenta que estabas infectada. Mis monstruos te habían contagiado y comenzaste a comportarte como yo y no lo vi.
Al descubrirlo querías morir. Tú no eras ese ser en el que te estabas convirtiendo.
Por suerte, eres una persona fuerte. Reaccionaste pronto y comenzaste a tratarte. La primera medida, evitar cualquier contacto conmigo, no volver al bosque ni a cogerme de la mano.
Ahora, además de la cueva con sus monstruos, hay un vacío en el bosque. Un vacío que me recuerda a ti y a nuestros paseos tumbados mirando al infinito del techo.
viernes, 15 de julio de 2016
Mis Yo.
Una, que estoy como una puta regadera.
O dos, que soy plenamente consciente de todos los "Yo" distintos que conforman una persona y que los míos no se hablan entre si.
jueves, 14 de julio de 2016
Dudas.
miércoles, 13 de julio de 2016
lunes, 11 de julio de 2016
Dioses.
Me la pasaron codificada.
domingo, 10 de julio de 2016
Desobediencia.
Desobediencia, compañeros. Nada más.
sábado, 9 de julio de 2016
Orgullo de clase.
Soy un tipo normal. Escuela pública de barrio obrero repleta de tipos normales. Hijos de obreros o, en su defecto, miembros de familias pertenecientes a los estratos más bajos de esta asquerosa sociedad capitalista. Las piscinas de los tipos normales eran públicas. Y también estaba el río. Nuestros centros de reunión eran las campas del extrarradio, La Guillerma, el Pozo Cubillas o la Fuente del Zapatero. Los campamentos de verano, quien los tenía, los organizaba la parroquia. Algunos sacaron el graduado escolar e, incluso, fueron a la Universidad. Otros nos pusimos a trabajar con 14 y 15 años. Muchos de nuestros amigos están en el paro.
Sólo soy un tipo normal. Y no, no me apetece una puta mierda pertenecer a esa élite que vosotros mismos habéis creado y que está podrida a causa de la endogamia propia de los de vuestra clase.
jueves, 7 de julio de 2016
Nieve.
Se va derritiendo la nieve pero ¿ha salido el sol?
miércoles, 6 de julio de 2016
Diccionario estúpido para días idiotas.
martes, 5 de julio de 2016
lunes, 4 de julio de 2016
Ecos.
domingo, 3 de julio de 2016
Naufragios.
sábado, 2 de julio de 2016
Rosquillas (en ruta). 24 de febrero de 2016.
La chica del asiento de atrás estornuda mientras nuestro autobús sale de Teruel. Un termómetro marca una temperatura de seis grados en el exterior. Llueve. Vuelvo de mis vacaciones y mi cabeza no deja de pensar en mi tía Paula. Anteayer la ingresaron ya que llevaba varios días como ausente, la mirada perdida y sin conocer a nadie. Sólo miraba al infinito.
Será casualidad -siempre son casualidades- pero en el reproductor del autobús suena el Adagio en Sol menor de Albinoni y recuerdo cómo, en mi juventud, esta melodía consiguió apagar la alegría de mi infancia e instalar para siempre una melancolía, en momentos insana, que me acompaña desde entonces. Una alegría infantil que mucho tuvo que ver con mi tía, su carácter y su casa.
Una casa donde pasé los mejores momentos de mi niñez. La pocilga con los cochos, los bocatas de Tulicrem, las partidas infinitas de cartas, donde las mujeres jugaban a “la puta de oros” mientras los hombres habían ido a dar la vuelta con la cuadrilla o merendaban en la bodega. Corriendo con mis hermanos por el pueblo con las bicicletas. Los días de embotar o las rosquillas y cómo se inundaba su casa del dulzón olor del anís.
El bus hace una parada. Casi la una de la mañana. Aprovecho para sacar un papel y un bolígrafo y anoto los pensamientos que me vienen a la mente. 1'80 por un mal café. Sigue lloviendo y hace frío. Qué ganas de volver a sentir la necesidad de arroparme tras dos semanas bajo una temperatura primaveral en una localidad de la Costa Blanca.
La Paula, una señora muy grande, no sólo por su obesidad, poco saludable quizás pero que imprimía un precioso color sonrosado a sus mejillas. Era una mujer alegre, que siempre te estrechaba entre sus orondos y blandos brazos o te apretujaba entre sus generosos pechos. Siempre riendo, haciendo chistes y gracias. La alegría en cualquier reunión familiar. Y eso que todos los hermanos de mi padre eran de un carácter tan bromista y festivo que sería complicado elegir al más gracioso.
Román, el mayor, murió hace poco. Quizás mi tía esté hablando con él, allá donde se encuentre ahora. O con mi abuela Lucia, otra grandísima mujer, a pesar de su delgadez, que nos marcó a todos sus nietos con su vigor y alegría. Puede que también sea mi hermano quien la acompaña. O, simplemente, ha decidido descansar.
Volvemos al autobús y pienso en Hamlet con la calavera de Yorik en la mano y en su discurso sobre la futilidad de la vida. Hoy eres el rey del mundo y mañana simples huesos y polvo abonando la tierra. Una tierra que nos espera a todos y que seguirá ahí cuando hayamos desaparecido. “¿Piensas que Alejandro tuvo esta apariencia debajo de la tierra?”
Sí, la vida está dejando de oler a rosquillas.
viernes, 1 de julio de 2016
Calpe. 23 de febrero de 2016.
Despertó la mañana con bruma. La temperatura está en unos agradables 17 grados.
Las tienditas de recuerdos situadas en el paseo marítimo se desperezan y los bares comienzan a dar sus primeros desayunos. Apenas hay gente paseando. En la playa unos niños juegan y ríen mientras el tractor peina la arena. En la bahía aún quedan dos pequeños barcos pesqueros acabando, supongo, las faenas de pesca. Obreros trabajando en la reforma y acondicionamiento de los locales cerrados por vacaciones. El silencio, o el escaso ruido hace que piense en Logroño como una gran ciudad llena de coches, camiones y gente corriendo de un lado a otro.
jueves, 30 de junio de 2016
miércoles, 29 de junio de 2016
Cuentos inconclusos (Cadáver exquisito. 3ª parte.)
Llenó un vaso de agua y lo llevó a la mesilla. Lentamente, aún seguía apesadumbrado por lo sucedido esta semana, se fue poniendo el pijama. Dobló la ropa con mimo y la dejó encima de la butaca que tenía en una esquina de la habitación.
Abrió la cama perfectamente hecha, casi al milímetro. Cuando estaba en plena caída siempre recurría al orden de una manera compulsiva. Se acostó, apagó el móvil y abrió el cajón de la mesita. Sacó su tableta de cabezas y buscó la que le correspondía para la noche de hoy.
Hoy le tocaba la cabeza de "dormir y tener pesadillas". Se resignó. ¿Qué otra cosa podía hacer? Quería seguir el tratamiento que le impuso su especialista pues los sufrimientos eran menores a los habituales.
La sacó de su envase, desenroscó la suya y la depositó en el recipiente comprado al efecto, con mucha calma,. Enroscó la otra, cerró los ojos y durmió.
...
http://youtu.be/3FpCmh_bDBU
La Brava, 1
Toda la calle, todo el barrio, estaba en el mismo estado ruinoso. El asfalto presentaba agujeros por doquier y estaba sucio. Apenas existían aceras. La llamada “judería” se había convertido en un gueto para familias de escasos recursos y, quien podía, escapaba.
El bar “La Viga”, casi enfrente, era uno de los puntos donde pasé el tiempo de mi niñez. Tortilla de patatas y mostito. Luego al “Royalty” y, de ahí, al “Gurugú”. El resto de negocios de la zona, exceptuando el despacho de pan y la tienda de comestibles de la esquina de Rodríguez Paterna con La Cadena, eran puti-clubs de ínfima categoría donde los viejos solían entrar a echarse un vino y entablar un poco de conversación con mujeres que hacía mucho habían pasado los 30 años. Ir a casa de mis abuelos, esa casa donde nací hace 43 años y donde pasé mis primeros años de vida, era toda una aventura. Gitanos pobres (y chungos en algunos casos), putas y suciedad.
El salón no era muy amplio. Tenía una mesa de comedor grande donde, habitualmente, nos reuníamos 7 personas y que servía también para las grandes celebraciones. Había una cómoda con un tapete aterciopelado de borlas, una tupida alfombra, un cuadro enorme de caza en la pared y la tele. Esa tele subida en su aparador de patas metálicas y con revistero en la parte inferior. Esa tele donde vi el funeral de Franco y la noticia de la muerte de Elvis.
De repente una ausencia. Apenas perceptible para mí. No volví a ver a mi abuelo. No sé si, en ese momento, llegué a echarlo en falta. A posteriori, obviamente sí. Y poco tiempo después no volví a pisar esa casa.
Recuerdo que decían que era por un problema de cimentación. Es probable. Mi abuela ya vivía en otro edificio, casi a la vuelta de la esquina, mejor conservado, y el número 1 de la calle La Brava pasó a convertirse en un montón de escombros y desapareció. Menos para mí.
Socorro.
Y todo ello para no escuchar los gritos de ayuda que salían de tu interior.
martes, 28 de junio de 2016
Calpe, 15 de febrero de 2016.
Estoy sentado en la arena de la playa aprovechando el tibio sol de invierno. El rumor suave y acompasado de las olas no apaga por completo los ruidos de una cuadrilla de adolescentes sentados a unos 50 metros de mí.
El peñón, como vigía natural y atemporal, preside el paisaje atrayendo sobre sí todas las miradas, incluida la mía, evitando así cualquier tipo de distracción.
Podría aprovechar para pensar en las miles de cosas que tengo aún por solucionar en mi vida personal, pero no. Creo que mi mente -y mi alma- se han tomado vacaciones también.
Una pareja pasea por la orilla junto a su perro que huye con infantil alegría de las olas. La marea está subiendo.
El Mediterráneo, esa gran masa de agua tan calmada en sus orillas, hace que retornen a mí las ganas de manejar un velero. Tiene que ser maravillosa la sensación de libertad que se debe respirar en mitad del mar, sin ningún signo visible de civilización a tu alrededor. Algo parecido a estar en la cima de una montaña pero sin ver las aldeas o poblados de las cercanías. Volver a la placenta de la Madre Tierra.
Tras una opípara comida en un restaurante hindú de la zona, dejo que los rayos del sol ayuden a mi estómago a digerir tantas especias mientras mis compañeros de viaje suben al apartamento.
La urbanización donde nos alojamos se encuentra al borde del acantilado que corona esta playa. Unas vistas inmejorables, sin duda, para desayunar por las mañana. Aunque nuestra ética estará encantada el día en que la Naturaleza, siguiendo su camino con su paso lento pero inexorable, haga su trabajo, socavando la roca con el agua y el viento, y derrumbe tanto afán de conquista por parte de los seres humanos.
https://youtu.be/HbTobbPHBoE
lunes, 27 de junio de 2016
Asesino.
https://youtu.be/HzNYo74ywBw
domingo, 26 de junio de 2016
Silencio.
Y todo ello para no escuchar los gritos de ayuda que salían de tu interior.
Cut my hair.
Feel free tightening your chains .
Make your guitar sound underwater.
Talk me through the eyes of your wrists.
Cut my hair.
Burn your flag in my garden.
The barn reach the required orbit.
In my bathroom there virgin blood .
The gnome in your ear always tells you .
Cut my hair.
Cut my hair.